jueves, 24 de junio de 2010

DIOS NO ES VIOLENTO - JOSÉ ANTONIO PAGOLA

DIOS NO ES VIOLENTO

XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C
Por JOSÉ ANTONIO PAGOLA

Se volvió y los regañó

Jesús no aceptó ninguna forma de violencia. Al contrario, la quiso eliminar de raíz. No hay duda alguna. Lo han proclamado siempre los cristianos y lo afirma rotundamente la investigación actual. La no violencia es uno de los rasgos esenciales de la actuación y del mensaje de Jesús. En el relato de Lucas, Jesús reacciona enérgicamente y reprende a sus discípulos porque desean que «el fuego del cielo» destruya a los odiados samaritanos que no los han acogido.

Sin embargo, sorprendentemente, esta no violencia de Jesús no ha sido considerada normativa ni relevante para el cristianismo. A lo largo de los siglos, los cristianos la han considerado como algo desconectado de la fe o del comportamiento cristiano. Se ha llegado incluso a bendecir guerras, cruzadas y posiciones militaristas, sin tener conciencia de ir contra algo esencial de la fe cristiana.

¿Dónde está la raíz de esta contradicción? Según diversos teólogos, el cristianismo sigue atrapado por la idea del Dios violento de la Biblia, sin atreverse a seguir a Jesús. Se conoce y se admira la no violencia del Maestro de Galilea, pero en la conciencia social de los pueblos «cristianos» sigue vivo y operante el arquetipo de un Dios justiciero y castigador que se impone a todos porque tiene más fuerza que nadie. Es este Dios el que nos lleva una y otra vez a la guerra.

Si algo quiso Jesús fue arrancar de las conciencias la imagen de un Dios violento. Sus gestos, sus palabras, su vida entera revelan a un Dios Padre que no se impone nunca por la violencia. Para Jesús, acoger el Reino de Dios significa precisamente eliminar toda forma de violencia entre los individuos y entre los pueblos. Su mensaje es siempre el mismo: «Dios es un Padre que está cerca. Sólo quiere una vida más digna y dichosa para todos. Cambiad vuestra manera de pensar y de actuar, y creed en esta Buena Noticia».

La fe de Jesús no ha logrado todavía cambiar la inclinación humana al recurso a la violencia. Quienes dominan el mundo sólo parecen entender el lenguaje de la guerra. Piensan «imponer la justicia» actuando a imagen del Dios violento del Antiguo Testamento.

Hay que cambiar y creer en el Dios de Jesús. No es absurdo intentar caminos no violentos. Lo absurdo es que haya todavía alguien que siga creyendo en la guerra a pesar de tantos siglos de su bárbara inutilidad.

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