miércoles, 14 de mayo de 2008

Piedras Vivas

Santiago / Religión – La relación entre el discípulo de Cristo y la Iglesia que fundó es curiosa. El que quiso seguir a Jesús en pobreza por los caminos de Galilea haciendo el bien, puede sentirse incómodo con el modelo Vaticano. ¿De dónde viene esta institución, con edificios, estructuras y procedimientos? ¿Con qué autoridad ordena la vida de uno? La burocracia se ha puesto pesada, la eficiencia ha reemplazado a la inspiración, y el control ha tomado prioridad por sobre el carisma.

No cabe duda que Jesús quiso fundar una Iglesia y, sobre la roca de los apóstoles, nada menos. A veces, sin embargo, parece grande, imponente y formidable, hechura de arquitectos importantes, y parecida al Templo tan criticado por Jesús. Tiene fariseos, saduceos y sanedrín. Es manipulada por escribas y maestros de la ley. Se ha marginado del corazón compasivo de Dios.

Es por eso que la Iglesia fundada por Jesús, la que llenó de su Santo Espíritu para que tuviera vida, necesita ser continuamente renovada. La institucionalidad es un medio. Debe transmitir la Buena Noticia a toda la creación. La Iglesia existe para cumplir su misión. Esa es su prioridad única y absoluta.

La estructura no está para someter el Espíritu, controlar la gracia y administrar el amor. La jerarquía, los sacramentos y los procedimientos han de ayudar a derrochar ese amor, en abundancia, como lo hizo Jesús.

Sin monumentos arquitectónicos, sin oficinas ni reglamentos, la Iglesia sería la misma, construida en piedras vivas, en torno a la piedra angular, rechazada continuamente por los arquitectos. El Espíritu Santo irrumpe en el quehacer y cuestiona la comodidad, ahora y siempre. La Iglesia es un cuerpo resucitado, con Cristo a la cabeza. Los mortales rogamos humildemente poder hacer su voluntad, andar con él, todos los días, y así santificar su nombre.

Interesante es el ejemplo del pueblo judío que, hasta el día de hoy, celebra la fiesta de tabernáculos viviendo en tiendas, para recordar su peregrinación por el desierto hacia la Tierra Prometida. ¿Para qué hacer muros de piedra muerta? El pueblo de Dios habita propiamente en carpa. Esa es la casa del hombre que vive, precariamente, en el camino.

Jesús es el camino, la verdad, y la vida. Su Iglesia camina con él, siempre en movimiento, corrigiendo errores, encontrando su huella, cumpliendo su misión, con la ayuda de su gracia, porque eterno es su amor. Que el Señor bendiga e inspire a los pastores, para guiar a su pueblo en verdad, por el sendero de la vida.

Nathan Stone, S.J.

Jesuita, Teólogo, Magíster en Literatura.

Fuente: Mirada Global

No hay comentarios: